Sabía que me iba a llevar tiempo, mejor dicho que lo perdería. Pero no sólo eso; hacer un trámite requiere paciencia, documentación en orden y una cuota de sentido del humor, algo que reconozco no haber desarrollado demasiado.
Y si la diligencia es en un organismo público, uno debe estar preparado para cualquier imprevisto: caída del sistema, trabajo a reglamento, multitud de personas, burocracia.
La noche anterior me mentalicé positivamente y a la mañana me levanté de un salto, sin despertador (raro en mí). Me sentía ultraliviana, ágil y veloz. No me preocupé por el vestuario ni me asomé por la ventana de la cocina para ver cómo estaba el tiempo. Ni frío ni calor, dije.
Y me mandé. Tengo un tic insoportable cuando salgo de casa y es fijarme veinte veces si bajé la llave del gas, si los bichos tienen comida y agua suficiente, si apagué todas las luces y si cerré todas las puertas correctamente. Soy capaz de volverme si dudo de algo, pero ese día no revisé nada de eso y me fuí. Después me extrañó haberme liberado de esa preocupación tan mía, pero supuse que el trámite abarcaba todos mis pensamientos y por eso lo demás quedó en un segundo plano.
Llegué.
El lugar estaba bastante bueno. Muy ordenado, agradable; creo que hasta tenían música funcional.
Había una mesa de informes y muchas ventanillas habilitadas. Detrás, un ejército de empleados laburando en sendos escritorios blancos, llenos de papeles y lapiceras. Iban y venían, atendían correctamente, sin derroche de simpatía y con cierta rapidez.
De vez en cuando se demoraban con alguna persona, "los boludos de siempre que se olvidan el documento o que no saben leer" pensé.
Faltaba bastante para mi turno, así que me dediqué a mirar a la gente, "Qué manga de sumisos". Todos hacían fila derechitos, apretando carpetas contra el pecho. Muy pocos como yo, con hormigas en el traste, cogoteando o moviéndose de un lado a otro. Recordé: "Paciencia".
Se me arrimó una mina con cara de notengoidea y me preguntó algo que no recuerdo ahora y le señalé la mesa de informes para sacármela de encima. No soy muy solidaria en esas situaciones y ya me estaba cabreando porque quería irme. "Sentido del humor". Cierto, me había olvidado.
Me toca. Uf, por fin.
Aclaré la garganta con una tosecita, como si fuera a hablarle a un auditorio.
- Buen día.
- Buen día- Una señorita mecanizada empezó con el riguroso speech "Documento, foto carnet, formulario A381B45, certificado de buena conducta"
- Hay un par de cositas que no completé ...
- A ver, permitamé.
Observé a la mina tratando de interpretarle algún gesto mientras relojeaba mis papeles, pero a la rubia no se le movía un músculo de la cara.
- Faltan algunos items del formulario, señora.
- Sí, creo que lo podemos subsanar ahora si me indica cómo hacerlo.
- Es sencillo señora .... Se ufanó como si yo fuera una ignorante.
- Si, ya sé que es fácil. Pero donde dice "Pecados" uno tiene que detallar todos?
- Por supuesto.
Sospeché que el tema se complicaba.
- Y dónde dice "Infidelidades", también?
- Sí, señora.
- Es que no me alcanza el espacio ...
Silencio de cuatro segundos.
-Lamentablemente, debo informarle que no le puedo otorgar su credencial. La invito amablemente a que golpee esa puerta roja.
Y me indicó el camino a la derecha mientras decía "El siguiente, por favor".
Deslicé disimuladamente cinco billetes de los grandes en forma de abanico y busqué complicidad con un guiño.
La mina abrió los ojos desmesuradamente, le chispeaban como dos luceros. Su mirada se paseaba del dinero a mi, así tres o cuatro veces, como si no lo entendiera o no lo pudiera creer.
Ahí le ví las alas. Las abrió un poquito y hasta me pareció que se le encresparon.
- Seguridad !!! "Insobornable" putié para mis adentros.
Un mono como de dos metros se acercó inmediatamente y me tomó del brazo.
- Acompañe a la señora por favor. Puerta roja.
- Momento, exijo hablar con el supervisor !!! Me resistí, grité (eso creo) pero mi voz se redujo a un hilo.
Apoyé la mano en el picaporte. Ardía.
El seguridad me miraba con media sonrisa dibujada y atajando cualquier intento de escape.
Resignada tiré los hombros hacia atrás, me erguí lo más que pude en clara actitud altiva y dije:
- Ok.
Y abrí. El resplandor me hizo parpadear y un vaho entre caliente y hediondo me golpeó la cara.
Yo también sonreí. Me di vuelta por última vez antes de entrar y sólo murmuré: "Manga de sumisos".
Cha su ma, no hay soborno en esos lados!!!!
ResponderEliminarYa sabia que lo mio es infierno via tobogan.
Beso.
Vamos, seremos una legión! Y arrastraremos más socios!
ResponderEliminarNos vemos en la entrada :)
muy muy bueno!
ResponderEliminarExcelente a la puerta del infierno¿verdad?,lindo tramite el tuyo,original,algo me llama la atencion:"Musica funcional"¿no te parece desesperante esa musica?
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