viernes, 31 de mayo de 2013

Soñé

Soñé que me despedía. pero no diciendo adiós. Miraba las cosas sin tristeza, descubriendo redondeces, aristas y colores que antes no había visto. Soñé que entraba a una habitación por una puerta de madera oscura, lustrada, que se abría sin picaporte, empujando. Y adentro no había nada. Y hacía frío.
Soñé que me daba vuelta, porque alguien me tocaba la espalda y era un hombre. Parecido a vos. Y me nombraba en voz baja y me contaba algo que no llegaba a escuchar pero que me tranquilizaba. Soñé que me daba un abrazo, pero no un abrazo cualquiera. Uno donde yo perdía el cuerpo. Y recordé que vos me abrazabas así. Con la fuerza justa, con el calor exacto, con la barba crecida rozando mi cara. Sentí un perfume que no era el tuyo pero igual me gustó. Soñé que estaba desnuda y me miraba los pies. Y caminaba haciendo equilibrio en una línea imaginaria, sin mirar a los costados. Punta talón. Y llegaba al borde de algo, como una baldosa distinta, áspera, quebrada. Y me detenía. Soñé que no tenía fuerza en las piernas y que me gritaban que camine, que siga. Y no podía moverme. Y de vuelta la mano en la espalda. Soñé que tenía miedo. Que nadie sabía de mi ausencia y que nadie lo iba a notar. Pensé en mis hijos, los escuché preguntando por mí. Soñé que estaba tendida en una cama blanda, como la cama que nos cobijaba. Pero no estabas. Y yo miraba sin mirar hacia arriba, hacia una lámpara que como un sol rabioso me dejaba ciega. Soñé que me besaban la frente y la ví a mi mamá con una sonrisa. Y sentí aroma a manzanas y canela. El mismo que inundaba mi casa de chica. Soñé que no quería despertarme. Pero descubrí que tampoco podía. Desde ahí que vivo en ese sueño, que empieza siempre así: Soñé que me despedía.