lunes, 19 de noviembre de 2012

Mañana hablamos.

Bueno, quería escribirte una carta. Pero no cualquier carta. De esas de "Querido Juan" no. Algo menos formal. Una manera de arrimarme por el tiempo que hace que estamos separados. 
Vos te acordás? Hace un año y dos meses. Fue un viernes 4 de abril. Lluvioso, negro, dramático. Como si el día hubiera pactado con nosotros el tinte de tragedia.
Creo que ya sabíamos de antemano que algo estaba pasando. O mejor dicho que algo no estaba pasando. Empezamos a decir chau mucho antes de la despedida. Con los gestos, con la ausencia que era un alivio. Con las no ganas de acostarnos. Con la mirada perdida y la conversación que salía con tirabuzón. Yo quise amoldarme mil veces, siendo como yo no quería y vos lo mismo. Nos disfrazábamos de seres distintos a nosotros para hacernos felices un rato. Y después tirábamos la máscara. Hablar nos costaba. Porque si te decía que hasta el roce me venía molestando hacía rato, capaz que ibas a creer que había otro. O si te contaba que apagaba el celular para no atenderte te ibas a ofender mucho. Un día cruzamos la misma mirada, la del hastío. Me agarró un terror infinito. "Siente lo mismo que yo" pensé. 
Qué nos unía? Cómo fue que nos juntamos?.
Éramos pobres diablos carcomidos por la soledad. Buscando como perritos que alguien nos acaricie un rato. A vos te largaron como a mí, chiquito y estoico. Caprichosos, rebeldes, omnipotentes. Coincidimos en esas miserias. Le espadeamos a los temores que nos arrinconaban piel adentro. Lo que no mostramos, lo que de a poco nos iba devorando, hasta dejarnos oscuros como una sombra.
Nos fuimos de nuestras casas. Huimos. Un poco porque nadie nos bancaba y otro poco porque no bancábamos a nadie. Crecimos con bronca y maduramos con rencor. Nos encontramos. Tu jugo tan amargo como el mío. Fuimos dos carnes que se adosaron, una simbiosis.
Nos aguantamos, nos mentimos, nos conformamos. 
Yo emparché mi vacío con tus fantasmas. Vos te agarraste de mí, como el chico que agarra la pierna de su madre y no la deja caminar. Yo te hundí en un pozo y vos lo hiciste más profundo para los dos.
Dónde estarás. 
Acabo de recordar un detalle. El día anterior a la última vez que te ví.
"Mañana hablamos" te dije. Sonó tan denso como una sentencia, como una pena de muerte. Sobreentender el final. Es como saber que justo hoy a tal hora alguien se va a morir. Es como un trámite que uno no quiere pasar pero es necesario.
Yo estoy sola, guardada. No quiero nada con esto. Ni que vuelvas, ni decir que te extraño. Pero me di cuenta que en este año y dos meses, mi pozo sin tus fantasmas está raro. Mi pierna no tiene ese chico que se prendía a ella. Mi jugo es amargo, pero no lo suficiente. Mi sombra es oscura, pero le falta la tuya.

Un día. O no. Dejá.
Mejor nunca.

martes, 6 de noviembre de 2012

Las cartas que nunca leímos


Aún no entiendo como lo conseguiste, pero pensarte al despertar las mismas veces que te sueño no lo veo como algo normal.


Empecé a zozobrar el día que me enfrenté a mí misma. Cuando comencé a pedirme explicaciones y me di cuenta que esgrimía argumentos muy parecidos a trampas. 
Te extrañé sin haberte visto nunca. Armé un recuerdo nuevo cada día, con piezas de un cuerpo que nunca supe.

Recuerdo aquellos días en donde mis expectativas te pertenecían. Será que te creí justamente increíble. En donde planeaba una vida a tu lado, mientras volabas tomándote de otra mano. Fui muy alto, es cierto. Pero aprendí que nunca debía darme por vencido aunque esté equivocado.


Quisiera una oportunidad. La de poder encontrarte, pero me cansé de que sea en mi mente.


Cada noche que pasa, intento cerrar los ojos para verte mas de cerca. Necesito del soplido de tus alas cuando te haces terrenal.


Dibujé líneas de tu sonrisa, de tus hoyuelos. Muecas de ternura para hablarme. Abrazos tibios y firmes. Sentí tu perfume intenso cada mañana y me apuré a buscarte en los mensajes, como quién sube una escalera sin respirar, sin saber qué hay arriba.
Inventé mil respuestas a preguntas que jamás me hiciste. Ensayé miradas en ojos que no eran los tuyos. Me sentí abstraída en un mundo ideal donde te dejaba espiar y del que sólo te mostraba mis palabras.

Lo insoportable de conocerte tanto tiempo (o simplemente creer saberte) y no poder abrazarte me termina haciendo nudos en mi garganta. 
El punto débil, por donde trago todas mis ansiedades, las amarguras y sobre todo, donde guardo esas palabras que espero decirte alguna vez y tanto me pesan.



Necesité de tu presencia diaria, de la complicidad, de la risa. Imaginé que estábamos creando un espacio donde nadie más que nosotros podía entrar. Sin vernos, sin tocarnos.
Me angustiaban tus ausencias  y los fines de semana se eternizaban en la lectura de mensajes viejos que nunca escribiste y siempre esperé. Cuántas veces leí tus te quiero? Cuántas leíste los míos? 

Vení, ayudame a recordar todos los momentos que creí pasar a tu lado. No creo que la distancia nos haya borrado del mapa. Al contrario, te grabaste a fuego bajo mi piel.


Nos prometimos amor sin besos y se me humedecía la boca de pensarte. Cómo entender la nostalgia de lo que no fue? Cómo guardar imágenes de lo que nunca sucedió? Cómo añorar escenas detalladas tan perfectas que no vivimos?

Cuando me dí cuenta que eras un escape, entendí que me había encerrado en un mundo que ya no era mío. 
Huir de la realidad es recordarte, imaginar diálogos, abrazos, miradas, tu olor, la suavidad de una piel jamas rozada.



Escribimos juntos una historia única y a la vez fuimos sus protagonistas. Nos amamos con vehemencia, cruzamos nuestras voces en el aire sin oírlas y hasta recreamos nuestros cuerpos de memoria sin tenernos. Pero nos faltó el final. No tuvimos encuentro y tampoco despedida.


Por qué lo haces así de difícil?
Quien te hizo creer en lo inalcanzable? Quien me lo hizo creer?


Me confunde no saber bien a quien estoy amando tanto.



Te extraño. De la piel para adentro, con los cinco sentidos, con la boca que no te dí, con las manos que no te acariciaron, con los latidos que no unimos. Te extraño. Sin importarme dónde estés ahora ni con quién. Sin saber tu realidad, tus miserias ni tus gozos. Te extraño. Tanto.
Ironía será intentar olvidarte, como si se tratara de derribar una torre de naipes con un soplido.
Será en esta vida que nos toque ser tan solo uno mismo, o tendré que resignarme a que la nostalgia lleve tu nombre?
A quien le reclamo todo lo que te extraño: a la suerte o al destino?


Nunca mas me dejes expuesto frente a la soledad.






Agradezco la maravillosa y especial participación de @El_Gurizinho para redactar esas cartas que nunca nos vamos a leer.