Tantos borrones dejaron transparentes las hojas de su larga historia.
Porque dijo que era la última, pero sabía mejor que nadie que esa vez, también iba a caer en una bolsa rota.
Porque serán los errores que no le enseñan o quizás ella que no aprende.
Porque la tentación la deja ciega a su pasado, sorda a su conciencia y muda a los reclamos.
Le gusta anotarse en el juego, pero cierra los ojos y mueve las fichas sin mirar. Y pierde.
O ignora que ya tiene su puzzle prolijamente armado y sin embargo busca más piezas para insertar.
Como esas cosas que están destinadas a extraviarse y que se guardan en un lugar seguro (tan seguro que se olvida) ella no encuentra ni la voluntad ni la razón.
Y ya no teme.
A volcarse encima todos los males de la caja, porque después rascará el fondo rescatando alguna esperanza. La de cambiar.
Pero vuelve a resbalar en baldosas nuevas. A tropezar en otros cordones. O a subirse a un tren equivocado sin importarle el destino.
El final se instala, se acomoda en el momento justo. En ella tal vez, será sólo el agitar del trapo blanco de una tregua.
Porque la fatiga llega. La de trepar escaleras oscuras y clandestinas hacia cuartos con olor a amor furtivo, para luego bajar escalones de infinita desilusión y soledad.
El hartazgo de probar el dulce de frascos con deseos de sabores distintos y vomitar penas de la noche anterior a la mañana siguiente.
El hastío de recortar con precisión las astas de papel, que más tarde quemará en ritos de lágrimas, promesas y perdones.
Y el cansancio de esquivar con destreza el rayo por el que jura no volver a equivocarse.
Intuye que le quedan pocas chances y pocas páginas por escribir.
Aún así, tira el dado y juega de nuevo.
repetir hasta que nos salgan cuernos, cola y pezuña hendida
ResponderEliminarPensamos. La evolución nos colocó al tope del reino. Viajamos a la luna, componemos música, nos bañamos y olemos bien, cocemos nuestros alimentos. En rigor de verdad, nunca dejamos de ser animales. Animales que tropiezan muchas veces con la misma piedra. Esa es nuestra naturaleza. ¿Es realmente sabia la naturaleza? Quién lo sabe... Pero acá estamos.
ResponderEliminarAbrazo!