Bueno, quería escribirte una carta. Pero no cualquier carta. De esas de "Querido Juan" no. Algo menos formal. Una manera de arrimarme por el tiempo que hace que estamos separados.
Vos te acordás? Hace un año y dos meses. Fue un viernes 4 de abril. Lluvioso, negro, dramático. Como si el día hubiera pactado con nosotros el tinte de tragedia.
Creo que ya sabíamos de antemano que algo estaba pasando. O mejor dicho que algo no estaba pasando. Empezamos a decir chau mucho antes de la despedida. Con los gestos, con la ausencia que era un alivio. Con las no ganas de acostarnos. Con la mirada perdida y la conversación que salía con tirabuzón. Yo quise amoldarme mil veces, siendo como yo no quería y vos lo mismo. Nos disfrazábamos de seres distintos a nosotros para hacernos felices un rato. Y después tirábamos la máscara. Hablar nos costaba. Porque si te decía que hasta el roce me venía molestando hacía rato, capaz que ibas a creer que había otro. O si te contaba que apagaba el celular para no atenderte te ibas a ofender mucho. Un día cruzamos la misma mirada, la del hastío. Me agarró un terror infinito. "Siente lo mismo que yo" pensé.
Qué nos unía? Cómo fue que nos juntamos?.
Éramos pobres diablos carcomidos por la soledad. Buscando como perritos que alguien nos acaricie un rato. A vos te largaron como a mí, chiquito y estoico. Caprichosos, rebeldes, omnipotentes. Coincidimos en esas miserias. Le espadeamos a los temores que nos arrinconaban piel adentro. Lo que no mostramos, lo que de a poco nos iba devorando, hasta dejarnos oscuros como una sombra.
Nos fuimos de nuestras casas. Huimos. Un poco porque nadie nos bancaba y otro poco porque no bancábamos a nadie. Crecimos con bronca y maduramos con rencor. Nos encontramos. Tu jugo tan amargo como el mío. Fuimos dos carnes que se adosaron, una simbiosis.
Nos aguantamos, nos mentimos, nos conformamos.
Yo emparché mi vacío con tus fantasmas. Vos te agarraste de mí, como el chico que agarra la pierna de su madre y no la deja caminar. Yo te hundí en un pozo y vos lo hiciste más profundo para los dos.
Dónde estarás.
Acabo de recordar un detalle. El día anterior a la última vez que te ví.
"Mañana hablamos" te dije. Sonó tan denso como una sentencia, como una pena de muerte. Sobreentender el final. Es como saber que justo hoy a tal hora alguien se va a morir. Es como un trámite que uno no quiere pasar pero es necesario.
Yo estoy sola, guardada. No quiero nada con esto. Ni que vuelvas, ni decir que te extraño. Pero me di cuenta que en este año y dos meses, mi pozo sin tus fantasmas está raro. Mi pierna no tiene ese chico que se prendía a ella. Mi jugo es amargo, pero no lo suficiente. Mi sombra es oscura, pero le falta la tuya.
Un día. O no. Dejá.
Mejor nunca.